Tercer comunicado de Vytrina Dystópica. La realidad no es capitalista
Si es verdad que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, entonces esta potencia es lo que se encuentra bajo ataque. Las articulaciones del poder producen formas de vida obedientes, opacas, tristes, enfermas, esclavas. Así, la posibilidad de afirmar relaciones sociales que operen en contra de las lógicas de la dominación, aparece como un peligro, un insulto, un cáncer, un fuego que es necesario apagar antes que se propague entre la pólvora vital que inevitablemente somos.
“Nuestra única patria: la infancia” esgrimía una pintada en la isla griega de Creta, refutando la necesidad moderna de una sociedad por salvar, una civilidad basada en un contrato como supuesta expresión de una justicia y en oposición a un estado de naturaleza que sólo pertenece a la especulativa del derecho. Y, no obstante, siguiendo al filósofo francés que se rasura la cabeza, defender la sociedad es defender el objeto de gobierno. Pero el despliegue de nuestra potencia es su dirección contraria. Gobernar es producirnos como sujetos obedientes y productivos; rebelarnos es alzar el cuerpo de este cepo cotidiano y tender hacia la libertad.
Desde las últimas décadas, las movilizaciones populares en este territorio signado bajo la marca Chile; han sido estudiantes secundarias y secundarios, jóvenes, niñas, niños, niñes, quienes han puesto sus cuerpos en la calle, gritado hasta la disfonía las consignas de siempre, ocupado sus colegios y las dependencias dizque públicas de este Estado, donde todos los ministerios son de economía. Abren el margen de lo posible, desatan las determinaciones de la educación mercantil y prueban, ensayan, se organizan, leen y escriben los nuevos marcos teóricos y metodológicos de la lucha. Por eso los castigan. He ahí la reacción gubernamental de palos, gases tóxicos, chorros quemantes del guanaco, abusos sexuales, patadas y puñetazos, bolsas en la cabeza, secuestros, desnudez en las comisarías, flexiones obligadas, vejación, amenazas de muerte. Y, cuando todo esto no es suficiente, también la muerte misma. Porque en Chile, la tortura siempre ha estado institucionalizada, y la policía de todos los gobiernos es la miserable ejecutora de estas prácticas de represión.
En todo caso, tenemos una buena noticia. Si la violencia se deja caer con tanta gravedad sobre nuestras hermanas y hermanos estudiantes, es porque éstos se rebelan, se levantan, llegan al momento de la ofensiva, que en realidad es la defensa, tras una vida de aguantar el despojo y el sometimiento. Se alzan los pueblos en Santiago, en Puerto Montt, en París. En el Wallmapu, en las fronteras cerradas de la blanca Europa, en esa cárcel a cielo abierto que es la Palestina ocupada.
Es en el momento de la crítica y la reflexión, de la discusión y la decisión, de la acción y el levantamiento, cuando este mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones, se hace carne, cuerpo, baile, caricia, palabra, cadencia y amistad. Donde la comunidad despliega su potencia, pues no sabemos lo que un pueblo puede.