Comunicado, La Intergaláctica/internacionalismo molecular

Ese futuro que es catástrofe arde en Chile. Vitrina Dystópica y Bifo en Berlín.

Versión en español

Primero que todo, gracias a los organizadores y especialmente a Bifo por darnos esta oportunidad. Hablo hoy aquí como parte del colectivo chileno Vitrina Dystópica y es exactamente de este lugar, desde donde quisiera comenzar. Vengo de una distopía. Y no porque Chile fuera particularmente violento o caótico, sino exactamente, por lo contrario: porque ese territorio era supuestamente una sana y limpia “democracia”, un estudiante del neoliberalismo callado y obediente y su laboratorio.

Todxs aquí sabemos que la dictadura de Pinochet aplicó la primera y quizás una de las más profundas transformaciones sociales neoliberales; lo que, sin embargo, puede ser no tan conocido es que todos los gobiernos autodenominados democráticos profundizaron, sin apenas dudar, todos los aspectos del modelo que mantienen las desigualdades, las injusticias en su exacto mismo lugar. Al comienzo de la era post-dictatorial le dieron uno de sus nombres más representativos, dijeron esta es la medida de lo posible. Así, al comienzo de los 90, resumieron perfectamente todo: “lo único que podemos hacer – digamos, la clase política completa – es administrar la ruina que el dictador nos heredó”. Y es exactamente eso lo que nosotrxs vemos en todas estas historias sobre la catástrofe climática y el fin del mundo. Por cierto, no se trata de negar la devastación capitalista, sino de decir que ésta es parte de su administración, entonces, toda esta repentina y dramática consciencia sobre las consecuencias del delirante modo de producción al que nos han sometido, es su último intento de hacer que les salvemos, una vez más, con nuestras vidas. Y, sin embargo, nosotrxs no estamos aquí para consentirlo.

Dije distopía y no apocalipsis, porque “el mundo” como proyecto ya ha fue destruido por su brutal avaricia cuando, desde mediados de los años 70, atacaron por todas partes cualquier deseo de justicia, reemplazándolo por una programada destrucción. En chile, aquello costó muchas vidas y lo sigue haciendo. Distopía porque esta supuesta democracia saludable y limpia revela inmediatamente y sin ninguna duda, la violencia que la mantiene y la hace posible. En dos semanas de lucha tenemos más de 1000 personas heridas, 30 o más asesinadxs por la policía y los militares; cientos torturadxs; hombres y mujeres violadas. Una vez más vemos arrestos selectivos, gente que ha desaparecido, familias que nunca volverán a ser la misma, amigxs que no volverán, que no serán capaces de presenciar nuestra victoria contra toda esta tiranía. Esta es la normalidad que, una vez más, están tratando de imponernos.

Sin embargo, esta absurda situación – donde incluso los discursos científicos contemporáneos se vuelven profetas del apocalipsis, recobrando el tiempo del mito, mientras nosotros deberíamos ser simples espectadores de la destrucción de nuestros territorios – SE ACABÓ. Ahora que fue 18 de Octubre no consentiremos nunca más. Los muros en chile dicen muchas, muchas cosas por estos días, pero para concluir esta pequeña intervención quisiera compartir dos de ellas con ustedes.

Dicen: “el neoliberalismo nace y muere en Chile” y “la calle no se abandona hasta que valga la pena vivir”. Si leemos los dos mensajes juntos podemos ver cómo se dibuja una sensibilidad que todxs podemos experimentar: la vida bajo el neoliberalismo no vale la pena. Es más, el neoliberalismo amenaza directamente toda forma de vida para el enriquecimiento de aquellos que se benefician de la destrucción. Sin embargo, al mismo tiempo, significa que ahora al fin es posible atisbar una vida que vale la pena. En un diálogo anterior con Bifo, él dijo algo que continuó resonando en el colectivo y con otrxs amigxs con lxs que compartimos. Dijo: “no crearemos una plataforma técnica adaptada a nuestro problema, sino creamos formas de placer compartido tanto a nivel territorial como global”. Y es, justamente esto, lo que pensamos es uno de los más bellos y poderosos atributos de la insurrección chilena.

Fuimos forzados a creer en un futuro que se nos reveló únicamente como catástrofe. Entonces, hemos sido forzados a crear un después a este futuro anterior. Anterior en dos sentidos, como una potente imagen, a la vez que en su significado psicoanalítico. Esta catástrofe es nuestra gran escansión que implica el desafío de elaborar un después. Y esto, creemos, está pasando en Chile ahora. Exactamente porque este después no es simplemente un futuro lineal y, más precisamente, porque este después que se está tramando no es el Progreso en su sentido viril y masculino, es decir, ese progreso como una línea recta que rompe todo ciclo, conduciéndolo, incluso contra su voluntad, donde él quiere: forzando, violando, colonizando.

Por esa razón, la potencia revolucionaria de esta insurrección está conectada con 40 años de injusticias estructurales, tanto como con las lecciones del movimiento feminista de los últimos años. Y es por eso también, que puede conectar con más de 500 años de resistencia del pueblo Mapuche y tantos otros pueblos presentes en el territorio. En efecto, uno de los signos más poderosos de esta revuelta, ha sido la inversión total de los símbolos coloniales en el wallmapu.

Si este momento en Chile parece ser tan revolucionario es porque, como decía Benjamin, recobra toda la historia de los oprimidos, estableciendo otra temporalidad, otro uso del espacio y de los cuerpos, incluso cuando las fuerzas políticas institucionalizadas, de todas las tendencias, no dejan de intentar poner fin a esto que se desliza como un malestar inorgánico politizado. Pero ahí se equivocan una vez más. No se trata de algo inorgánico, sino de lo indómito tomando parte. Por esa razón es también tan ambiguo: un espacio en donde muchísimas cosas parecen estar mezcladas. Y, por supuesto, lo están. Sin embargo, el cuidado, los afectos, el placer, la alegría, es decir, una vida que vale la pena vivir reside en las profundidades y la superficie de toda esta tan bien justificada ira.

Es esto lo que nos permite avizorar, imaginar un después. Uno que no encaja en ningún tiempo lineal. Uno que es discontinuidad pura, interrupción, medialidad sin fin. En el más íntimo registro, no hay una petición o demanda. Somos testigos de un intento radical de apertura a la posibilidad de otra forma de vida, como nuestra única oportunidad de acallar las trompetas del apocalipsis. No es el mundo el que se va a acabar, sino su mundo el que debe dejar de existir. Finalmente, si Chile nos muestra algo a todxs, en cada rincón asediado por la maquinaria neoliberal, es que depende de nosotrxs, ahora, destituir el mundo que administraron como ruina”.

Un pensamiento sobre “Ese futuro que es catástrofe arde en Chile. Vitrina Dystópica y Bifo en Berlín.”

Los comentarios están cerrados.