Bueno, ganó el rechazo, el “proceso constituyente” busca encerrarse en el parlamento, mientras los estudiantes está nuevamente en las calles, pidiendo mínimas condiciones y también Asamblea Constituyente. Quisiéramos, por tanto, plantearlo más que como una catástrofe, como un resultado posible de una opción riesgosa. La opción riesgosa de intentar sostener una relación estratégica entre las fuerzas vivas de la revuelta y los procesos que buscaban tanto neutralizarla como “traducirla” a modificaciones institucionales que son, sin embargo, extremadamente importantes para hacer perdurable cualquier experiencia de “dignidad”. Una tesis culposa de cierta izquierda luego de la derrota es que se pecó de “maximalismo”. Que la gente “no entendía” o quería “más moderación”. Sin embargo, comienzan a proliferar testimonios de quienes votaron rechazo, señalando querer obtener cuestiones (como mejoras en la salud, en las pensiones o en la calidad de vida en general), que estaban “literalmente” en la Propuesta Constitucional. Además, de cuestiones típicas de las campañas del terror anticomunistas. Pero es curioso que con la campaña de desinformación programada, esta suerte de saturación de la infoesfera, la derecha (aquí como en otros lados), logra ganar aún con los argumentos de su adversario. A su vez, en la televisión totalmente privatizada de Chile, la propia izquierda (representada en la pantalla) no logra articular “un lenguaje propio”, no logra defender sistemáticamente los contenidos de la Propuesta. Sale a “defenderse” de las críticas de que “estaba mal hecha”, sale a hablar una vez más de seguridad, de orden, etc., todos los puntos débiles de las izquierdas, ¡mientras a las personas les ofrecen mejores pensiones si gana el rechazo! Frente a ello, pensamos que la verdadera catástrofe es la que afecta a la imaginación política, y nos preguntamos ¿cómo pensar o, aunque sea, acercarnos al lugar de la imaginación política de izquierda radical y ni tanto, hoy frente a estas formas ubicuas de manipulación, molares y moleculares, que apelan tanto a “sujetos” (trabajador, campesino) como a “afectos” (miedos, pero también “esperanzas” ¡invirtiendo el signo de lo que ofrecen!)?
Ahora bien, esta debacle, que ha sido dolorosa para muchas personas en distintas intensidades, introduce nuevamente el problema de la imaginación política, llevado muy de cercas a las prácticas y a la relación entre las personas que se sienten más o menos militantes y aquellas que no lo son. En medio, no obstante, de una recomposición general de las fuerzas políticas que por diversas partes despliegan lo que has llamado un fascismo senil que, sin embargo, continúa siendo capaz de movilizar o quizás de “ir tragando” afectos, personas, cuerpos que incluso se lanzan a la calle a marchar o a dispararle a otras personas que se manifiestan. ¿Cómo piensas que en esta recomposición de las fuerzas de izquierda que exige el resultado del plesbiscito/referendum se debería tomar en cuenta este fenómeno de un fascismo emergente que no parece prometer realmente nada, pero aun así moviliza?
Ahí, sin embargo, estas fuerzas reaccionarias parecen quizás no proponer, pero dar cabida a algo que, al menos en el modo en que ciertos sectores de la izquierda reaccionan a la derrota, queda no solo afuera sino humillado. Un ejemplo, bastante macabro: la Propuesta de Constitución, parecía bastante adecuada a una época que se presenta como el Fin, particularmente en lo que refería al medioambiente y al aseguramiento del agua para consumo humano (que en un país como Chile, donde el agua continúa siendo privada, es realmente algo vital, de vida o muerte). Pero, en una de las localidades más afectadas – Petorca – ganó el rechazo. Entonces, ciertos sectores de la izquierda comenzaron a denostar a los habitantes de la localidad diciendo cosas como “si eligen no tener agua ni para lavarse o recoger su mierda con bolsas de plástico, ya no es mi tema”. Y acá se nos presenta un problema, quizá gravísimo, que es que, a pesar de que para nosotros puede ser evidente que la amenaza del colapso de ecosistemas nos afecta radicalmente, no se ha logrado conectar consistentemente esta sensación del “fin de mundo” que recorre sobre todo al sector más blanco del mundo, con experiencias mucho más concretas como el problema del “fin de mes”. De la incertidumbre de vivir apenas pagando y endeudado, de estar completamente expuesto a las variaciones del mercado, de modo que ni siquiera quieres molestar a los “inversionistas”, no vaya a ser cosas que se vayan. ¿Qué claves, qué experiencias recoger para replantear la urgencia de estos vínculos? ¿Cómo poder pensar la reintroducción del problema de clase, más allá del impuesto a los superricos, en los modos de plantear las urgencias que vivimos?
En ese sentido y para finalizar, una pregunta muy interesante que nos hereda la situación actual en Chile, es la relación de la izquierda con el problema práctico y teórico de las infraestructuras. No solo los medios de comunicación, sino las formas de conexión entre las distintas prácticas (micro)políticas, pero también los sindicatos, los colegios profesionales, etc. y los modos en que se incide en los barrios, con espacios de reunión y de placer. Es decir, la relación tanto con la infraestructura digamos “material” como “libidinal”, en la que se vuelve placentero hacer política en la medida en que nos permite imaginar y producir un mundo mejor, un “buen vivir”, una “vida sabrosa”, lo que sea. Allí, parece muy importante volver a plantearse el problema del comunismo, algo de eso dices también en uno de tus últimos libros (la segunda venida). Pero evidentemente la experiencia del pensamiento obrerista y autónomo modifica lo que puede entenderse espontáneamente por “comunismo”. Asimismo, las condiciones actuales que hemos hablado modifican lo que puede pensarse como autonomía. Las experiencias de las que vienes y con las que te vinculas constantemente, ¿qué tipo de preguntas nos permitirían plantear para pensar una autonomía comunista hoy? Pensamos que esta pregunta por los modos de construir autonomía, cobra una vitalidad cada vez más radical, al mismo tiempo que se vuelve aparentemente muy difícil, ¿qué tipo de tácticas o estrategias en la relación con las instituciones más formales podríamos imaginar, en ese sentido, para hacer reflotar los espacios de cooperación y colaboración sin fundirnos en una autogestión que solo gestiona la miseria que el capital no le interesa rentabilizar